Cae una red criminal dedicada a estafar a nivel internacional por el método de las cartas nigerianas

Hay 80 detenidos tras 53 registros simultáneos -en las provincias de Madrid, Barcelona, Málaga y Santander- en los que se intervinieron más de 500.000 dólares y 30.000 euros.

La Policía Nacional estima que hay más de mil víctimas en todo el mundo, principalmente a ancianos con residencia en EE.UU

La Policía Nacional ha desmantelado en España una organización responsable de una macroestafa internacional con más de mil víctimas ancianas de todo el mundo, a las que enviaron cartas comunicando supuestos cobros pendientes a cambio de pagos por adelantado con los que se beneficiaron los defraudadores.

La operación denominada Brooklyn se ha saldado con la detención de 61 personas en 24 registros en España -en las provincias de Madrid, Barcelona, Málaga y Santander- y otras 19 en Portugal y Reino Unido, donde la organización tenía ramificaciones, además de en Estados Unidos y México, informa la Dirección General de la Policía.

Se trata de un operativo conjunto con Vigilancia Aduanera de la Agencia Tributaria y Europol, en el que también han colaborado el Servicio de Inspección Postal de Estados Unidos, el Department of Homeland Security norteamericano, la Policía Judiciaria portuguesa y la National Crime Agency (NCA) británica.

El núcleo de la organización internacional se encontraba entre las localidades madrileñas de Parla y Fuenlabrada. Los detenidos pasaron a disposición judicial como presuntos responsables de los delitos de estafa, falsificación documental, blanqueo de capitales y pertenencia a organización criminal.

El método de las ‘Cartas Nigerianas’

Esta organización utilizaba las “cartas nigerianas” como modalidad de fraude, un método en el que la víctima está convencida de hacer pagos por adelantado a una persona o un grupo que no conoce.

En este caso, los investigados enviaban cartas que imprimían de forma masiva en una copistería de Fuenlabrada a mayores, principalmente residentes en Estados Unidos, en las que les comunicaban supuestos cobros pendientes como premios de lotería o herencias familiares no reclamadas.

Dichas cartas se imprimían de dos maneras, bien con el nombre y apellidos de las víctimas, o bien de manera generalizada, y después adquirirían las etiquetas individualizadas con los datos personales y dirección para colocarlas en los sobres.

Envíos a través del país vecino

El modus operandi consistía en encargar a una copistería sita en la localidad de Fuenlabrada la impresión masiva de las cartas simulando premios de lotería o de otro tipo así como herencias de familiares no reclamadas. Se imprimían de dos maneras, bien con el nombre y apellidos de las víctimas, o bien de manera generalizada y después adquirirían las etiquetas individualizadas con los datos personales y dirección para colocarlas en los sobres. Posteriormente se trasladaban al país luso con enormes maletas –en turismo particular o en autobuses dedicados al transporte público por carretera– para enviarlas de manera masiva puesto que el coste del servicio era inferior al ofrecido por las empresas españolas. Los investigadores calcularon que el gasto aproximado en todas las cartas enviadas podría ascender a medio millón de euros.

Funcionaban como un call center

Las víctimas, siempre personas de edad y jubiladas, contactaban con el teléfono que figuraba en las cartas y les realizaban un pequeño cuestionario para conocer su poder adquisitivo engañándolas hasta que creían que habían sido las agraciadas. Les informaban que para poder reclamar el premio debían abonar una cantidad inicial en concepto de tasas e impuestos burocráticos llegando los afectados a desembolsar entre 1.000 y 30.000 euros.

La organización tenía un sistema de ocultación del beneficio consistente en ordenar a sus víctimas que remitiesen el supuesto pago de las tasas mediante transferencia a otra posible víctima. A ésta le hacían creer que se le prestaba para que pudiera completar su pago.

Así, extraía el dinero prestado y, junto a lo que ella podía reunir, lo enviaba en metálico a un tercero, también víctima, que lo remitía a su vez a un miembro de la organización en España siendo éste el destinatario final. El dinero iba oculto en revistas o catálogos que fueron interceptados por el Servicio de Vigilancia Aduanera de la Agencia Tributaria, gracias a sus controles y alertas de movimientos de la paquetería en las aduanas.

Una vez tenían en su poder el dinero, lo enviaban a su país de origen a través de personas del entramado dedicadas a viajar, conocidas como “mulas” escondiéndolo en el equipaje o en tarjetas monedero.

Los arrestados han pasado a disposición de la autoridad judicial como presuntos responsables de los delitos de estafa, falsificación documental, blanqueo de capitales y pertenencia a organización criminal. El número de víctimas identificadas supera las 400 pero se estima que puede llegar a haber más de mil víctimas en todo el mundo.